Esto, no es un review. Es una crónica de muerte y destrucción. Un viaje sin retorno a las profundidades mismas del infierno. Porque esto es lo que este lugar abandonado y olvidado por Dios realmente es. Una carnicería de violencia, sangre, gritos, lasers y explosiones que penetran hasta el alma. Malevelon Creek cambia a los hombres. Vi a demasiados jóvenes y buenos soldados de nivel 10 morir allí. Pero la realidad, es que los que luchamos ahí... no salimos jamás.
Cuando nos unimos a las Fuerzas Armadas de la Supertierra, nuestra misión era simple y clara: erradicar la escoria alienígena y llevar la libertad y la paz hasta el último rincón de la galaxia, exterminando hasta el último de los terminídos, con el sutil toque de un puño de hierro. Es nuestro honor y nuestro deber. Los Helldivers somos la última línea ofensiva de la humanidad y nuestro trabajo es hacer cumplir la consigna de que "el único terminído bueno, es el terminído muerto".
Aún recuerdo nuestra primera incursión en territorio terminído. La emoción de tener nuestra propio crucero espacial de batalla, completamente personalizable. Estrella de la media noche, la bautizamos en honor a un viejo amor de verano que dejamos atrás, en la vida que tuvimos alguna vez, antes de enlistarnos. Desde el tablón de estratagemas, cargamos nuestros primeros ataques orbitales, ametralladores, trajes de combate y armas especiales. Y así, con el corazón en la mano, nos lanzamos a la batalla.
Capítulo 1: Píntalo de negro...
Mientras descendemos a la velocidad de la luz, nuestra capsula impacta contra el terreno arenoso del planeta Erata Prime, un otrora vestigio del avance la humanidad, convertido ahora en un planeta desértico, de temperaturas abrasadoras, vientos intensos y un ciclo constante de terminídos que arrasan con todo a su paso. Nuestra misión es simple, una operación de incursión dividida en tres fases: activar un silo nuclear para arrasar con una cantidad masiva de insectos en un sólo ataque, eliminar un titán de bilis antes de que pueda reproducirse y defender una posición, mientras hordas de terminídos nos atacan, hasta que llegue la extracción que nos lleve a casa.
Nuestro primer objetivo, es el silo nuclear. Para llegar hasta él, tendremos que reactivar una vieja estación eléctrica ubicada en territorio enemigo, recuperar los códigos de lanzamiento de un laboratorio científico arrasado por la peste alienígena y finalmente, reactivar el silo nuclear, despejar el terreno de terminídos, cargar los códigos y lanzar el ataque nuclear. Nuestro escuadrón lo integran un 'Sargento Supremo' de nivel 15, un 'Capitán de la Muerte' de nivel 30, un 'Cadete especial' de nivel 3 y nosotros, un novato 'Super ciudadano', en su primera incursión. No tenemos nombres, sólo rangos.
En el papel, es una misión fácil. Pero justo al caer, la pesadilla comienza. Sin tiempo de solicitar nuestras armas, somos atacados por una voraz horda de terminídos que mezcla carroñeros, escupidores de biles ácidos y guerreros. Sus ataques son masivos, piden refuerzos y se mueven en manada. Todo lo que nos enseñaron en la academia es inútil. Nos superan ampliamente en número. Absorben balas como esponjas y no dejan de multiplicarse. Cuando, lo entendemos. Ya es demasiado tarde. Caímos en medio de un nido de terminídos. Un escupidor de bilis sale de uno de los cinco agujeros a despejar y consume en ácido al 'Cadete Espacial'.
Es una muerte lenta y dolorosa. Sus gritos aún hoy nos atormentan. Nuestro cuerpo se paraliza. No hay tiempo para llorarlo. El 'Sargento Supremo', nos arroja una ametralladora. La tomamos, nos tiramos pecho a tierra y cargamos contra el Escupidor de Bilis, que explota arrojando ácido. Los enemigos no dejan de salir de los agujeros. El 'Capitán de la Muerte' solicita un bombardero de napalm y tenemos menos de 15 segundos para despejar la zona. De los cielos, una cortina de bombas de napalm desciende de una de las naves de soporte aéreo y crea una muralla de fuego que consume a las filas enemigas. Es una maldita carnicería. Los terminídos sobrevivientes, los masacramos con metralla, mientras el 'Sargento Supremo' lanza granadas a los agujeros para evitar que vuelva a salir más basura alienígena.
La adrenalina está a tope. Tenemos heridas en brazos y piernas. Casi no podemos movernos. Pero estamos vivos. Un compañero nos inyecta un estimulante para recuperar la salud. "Bienvenidos a Erata Prime" nos dice. A nuestro lado, yace el cuerpo del 'Cadete Espacial' consumido en ácido. No hay tiempo para lamentos. Tenemos solamente 30 minutos antes de que la nave espacial abandone la orbita y no podamos realizar la extracción. El 'Capitán de la Muerte', lanza una baliza de S.O.S. para pedir el descenso de otro Helldiver. Tenemos un máximo de 15 refuerzos. Rendimos respeto al compañero caído en batalla y continuamos nuestra misión.
Capítulo 2: El dulce olor a napalm en las mañanas...
Bautizados en fuego, continuamos por el planeta esparciendo la democracia. Un nuevo Helldiver se une al escuadrón. Solicitamos nuestras armas y vamos limpiando el territorio, abriéndonos paso con bombardeos orbitales, granadas, torretas gatling, lanzallamas y mucho, pero mucho napalm. Su olor, se nos queda impregnado en nuestros trajes, en una bizarra mezcla entre la sangre de nuestros compañeros, los restos alienígenas y el dulce olor a napalm. El Teniente Coronel Killroy tenía razón. Es el olor a la victoria. Lo amamos.
Avanzamos destruyendo todo a nuestro paso. Cobrando venganza de los caídos en batalla. Uno tras otro, nuestros compañeros mueren. Pero seguimos vivos. Disparando como absortos en la crueldad y lo absurdo. En el papel, cada objetivo es fácil, pero siempre termina en un carnaval de destrozos y mortandad. Algo tan simple, como activar un generador eléctrico, culmina en una lluvia de fuego, explosiones, sangre y gritos de dolor de los enemigos y de los nuestros. Cada muerte, nos hace más duros. Nunca en mi vida, vi tanta muerte y destrucción. Pero tampoco, tanta camaradería. Éramos una banda de hermanos. Cada muerte en el campo de batalla, nos une. Es un lazo de sangre. Estamos juntos en este infierno.
Recogemos los códigos nucleares, limpiamos la zona. Hordas de enemigos nos acechan. Se acaban los refuerzos y también el tiempo. Desde la terminal, ingresamos los códigos de lanzamiento, mientras nuestros compañeros luchan a muerte con un nuevo tipo de enemigo, un 'Cargador', los arietes orgánicos de los Termínidos. Verdaderos tanques acorazados con patas, que cargan como toros matando todo a su paso. Inmunes a la balas, pero no a la estrategia, la tauromaquia, el fuego y especialmente, a los reabastecimientos. El Sargento nos enseña un truco, que salvará muchas vidas en el futuro. "Vean y aprendan". Lanza una baliza de suministros sobre el 'Cargador' que desciende con furia y lo hace papilla al instante.
El contador avanza y desbloqueamos el lanzamiento nuclear. En medio del caos, los disparos y las explosiones, nos abrimos camino a balazos y fuego. Nos arrojamos como Jerome Simpson contra el Arizona Cardinals y caemos justo al tablero. Heridos casi de muerte, nos inyectamos un estimulante y lanzamos el misil nuclear. Lo que vemos, haría temblar a Oppenheimer. En cuestión de microsegundos, el mundo se ilumina intensamente, como si un sol en miniatura hubiera nacido en el planeta y una esfera de fuego se expande rápidamente, devorando todo a su paso. La onda de choque se propaga, levantando polvo y escombros en su estela, mientras una furiosa ráfaga de viento sigue el rastro de destrucción. El suelo tiembla con una fuerza inigualable. Lo hemos logrado.
La bomba nuclear estalla, no tenemos más refuerzos y tenemos menos de 3 minutos para la extracción. Con el tiempo en contra, avanzamos a celeridad, limpiando la zona y el Sargento solicita la extracción. Podemos sentir la victoria en el borde de nuestras manos. Entonces, aparece. Escuchamos hablar de él, pero no pensamos fuese verdad. El titán de bilis nos paraliza. Es una bestia casi mitológica de más de 30 metros de altura, con garras blindadas y que arrojan ácidos que te calcinan al instante. La batalla es despiadada. Perdemos al nuevo 'Cadete'. Queda sólo 60 segundos para para la extracción. Hordas de enemigos nos acorralan y sólo queda una alternativa.
El 'Capitán de la Muerte' lanza un ataque de láser orbital que evapora la horda de enemigos y el 'Sargento' se abre paso en medio del fuego. Quedan solo 2 ataques de napalm. A lo Juan Santamaría, el Sargento lanza un ataque de bombas de napalm, sobre el titán. La combinación de ambos ataques orbitales, le hace caer en un aullido. La nave de extracción llega justo a tiempo, pero una horda de enemigos rodea la nave. Faltan 10 segundos para la extracción. Es vencer o morir. Lanzamos el último ataque de bombas de nalpam. Los terminídos chillan consumidos por el fuego. Salimos del infierno, bautizados en fuego, con un maletín de muestras raras, logramos salir vivos de nuestra primera operación, con el dulce olor de napalm y la victoria.
Capítulo 3: La batalla de Malevelon Creek
Cincuenta incursiones después en el campo enemigo, aún seguimos vivos. Hemos alcanzado el rango de 'Sargento Supremo', eliminado más de 10.466 terminídos y cosechado una buena gama de créditos espaciales para convertir nuestra nave en un verdadero crucero de batalla y nuestro arsenal de batalla en un ejercito de un solo hombre. La victoria nos volvió arrogantes. La paz nos restó fuerza. Y la victoria, finalmente nos ha pasado factura. Porque ninguna de las crudas y brutales batalles vividas en el sector de termínidos, nos preparó para lo que viviríamos la noche del 17 de febrero del 2024.
En la vastedad estelar, el cuerno de Gondor sonó. La facción de Autómatas, un ejercito de máquinas revolucionarias, desató su furia sobre este celestial bastión, convocándonos como guardianes de la última esperanza. La llamada resonó en nuestros corazones, un eco de deber y valentía. Ingenuos acudimos al llamado y descendimos con la bandera de Super Tierra en mano y nuestras estratagemas aferradas, anticipando una simple contienda más en la sinfonía cósmica. Pero no fue así. Dios sabe. Que no fue así.
Queríamos una misión... y nuestros pecados, nos la concedieron. En el corazón de Malevelon Creek, entre la densa maleza y los susurros de la jungla, descubrimos el verdadero olor de la muerte. Bajo un insondable manto verde, avanzábamos como sombras entre la maleza, tejiendo estrategias en la oscuridad del follaje. Cuatro miembros de escuadrón: Un 'Sargento Supremo' nivel 20, un 'Capitán de la muerte' nivel 30, un 'Marshal' de nivel 40 y un 'Almirante' de nivel 50. Hombres curtidos, en el arte del guerra, que al entrar en la penumbra, y escuchar como el zumbido de los motores robóticos se entrelazaba con el susurro del viento, el miedo impregnó sus corazones. Era la calma de una fuerza implacable que se cernía sobre nosotros con una indescifrable terror. Cada paso, en el silencio, era un preludio de muerte. El silencio que llega a ser peor que el ruido. Y entonces, lo ves.
Entre la densa maleza y los susurros de la jungla, sus ojos lumínicos destellando hostilidad. El silencio de la jungla estalló en el clamor del combate. Balas cruzando el aire, la selva temblando con el eco de las explosiones y el metal retumbando en respuesta. Entre la maleza, la línea entre hombre y máquina se desdibujaba en un frenesí de caos. Cada tronco de árbol se convirtió en un punto de cobertura, cada sombra en una potencial emboscada. El rugir de las ametralladoras se fusionaba con los gritos de dolor y el 'Capitán de la Muerte' es el primero en caer. Las granadas estallan como relámpagos, dispersando a los Autómatas momentáneamente, antes de que sus ojos lumínicos volvieran a centellear con determinación.
Cada ráfaga de fuego, cada estruendo de explosión, es un verso épico en la balada de la resistencia contra la invasión robótica. Las piedras se convertían en testigos mudos de una lucha encarnizada en la que no teníamos posibilidades. Nos acechan máquinas salidas del mismo averno. Bersekers con espadas láser, devastadores con lanza misiles, T-900 con ametralladoras, tanques y Goliats de fuego; las municiones normales no sirven de nada y cada ráfaga de fuego iluminaba el rostro demacrado de la muerte, cada explosión destrozaba la serenidad de la jungla, dejando tras de sí un rastro de devastación. Los refuerzos llegan, pero son inútiles. El terror se materializaba con los gemidos de los heridos y el aullido de las máquinas despiadadas, que descienden del cielo, en desembarques coordinados que nos cierran el camino y cortan la esperanza.
Nuestra misión es destruir una fábrica de robots y la muerte baila entre las sombras, reclamando a sus víctimas en un macabro espectáculo, donde la sangre empapa la tierra, mientras las bestias mecánicas no dejaban lugar para el azar. Corremos hacia la nada, en medio de la oscuridad. Vi a demasiados jóvenes cadetes caer y morir esa noche, llorando como niños, clamando por sus madres. El Marshal desata la furia del cosmos con asaltos orbitales impregnados de fuego, mientras escuadrones de cazas surcaban el cielo en barridos mortales. Es un suspiro perdido en el viento del destino. Nuestro 'mochila generadora de escudo' apenas resiste el azote de las balas y cuando estoy a punto de morir, el Almirante nos cubre la retirada y suministra un estimulante.
Es como un 'Guardián' que cae del cielo, que nos guía a todos por el cruel campo de batalla. Nos recomponemos y como un niño, sigo sus pasos. Los minutos se acaban y logramos reagruparnos. El objetivo está cerca. Mis camaradas desatan la furia del cosmos con asaltos orbitales impregnados de fuego, mientras escuadrones de cazas surcaban el cielo en barridos mortales. La fábrica es un implacable bombardeo mediante un mortero automático que desencadenaba una lluvia incesante de cargas explosivas, sumiendo el terreno en una danza caótica de destrucción sin pausa. Y entonces, finalmente cae. ¡Lo hemos logrado!
Quedan menos de 2 minutos para que la nave de refuerzos parta. Corremos en medio del caos, la sangre, el aceite y las explosiones hasta la zona de extracción en una colina resguardada por un Goliat. Estamos a menos de 200 metros, con un escuadrón de máquinas a mitad del camino. No hay salida. El tiempo se acaba y la nave de refuerzos parte. Si morimos, no hay más allá. No más refuerzos. No tenemos más municiones, ni estimulantes, ni ataques orbitales, el próximo ataque se habilitará en 1 minuto. Enfrentarlos a todos directamente, es un suicidio. Quedan 2 minutos para la extracción de emergencia. El 'Almirante' nos pregunta quien lleva las muestras raras. Yo llevo conmigo 5 muestras super raras y 12 raras. El Capitán que llegó de refuerzo, lleva 20 muestras raras y 8 comunes. El 'Marshal' y el 'Almirante', no llevan muestras. El silencio es abismal.
El tiempo se acaba. El 'Almirante' ordena al Capitán que inicie la extracción. Pase lo que pase. No podemos perder esas muestras. El Marshal nos cubrirá la espalda y el Almirante servirá de señuelo para abrirnos camino. Todos lo sabemos. No hay vuelta atrás. El Almirante toma su rifle de rail y se lanza contra los autómatas en una cabalgata suicida. Queda 1 minuto y el Almirante solicita el último ataque orbital, mientras nosotros corremos en la dirección contraria hacia la nave. El reloj ha llegado a cero. La nave de extracción de emergencia partirá en menos de 30 segundos. Y en medio de las explosiones, vemos el láser orbital impactar directamente al Goliat y al Almirante caer como un héroe. El camino, está despejado. Su sacrificio no puede ser en vano.
La nave de extracción de emergencia llega. Podemos sentir la victoria en nuestras manos. Y justo en ese momento, del otro lado de la colina, una patrulla de autómatas nos toma por sorpresa. El Marshal cae en un instante en una ráfaga de metralla, no sin antes soltar la última granada que tenía consigo. La explosión nos hace volar por los aires. El Capitán con las 20 muestras raras, cae debajo de la nave, justo, cuando está aterrizando. Se ha quebrado todos los brazos y piernas. No puede moverse. Las máquinas vienen. Quedan 15 segundos. El Capitán me grita que le dispare, para ponerle fin a su miseria y llevarme las muestras. No puedo hacerlo. Quedan 10 segundos. Me lo suplica. Cinco segundos para la extracción. "No puede ser en vano".
Capítulo 4: No soy un héroe...
Cuando pienso en lo que pasó allí… los hombres que perdimos. Los compañeros de armas que murieron en Malevelon Creek. Es como si aún estuviese allí. Aún escucho el sonido de mis hermanos cayendo en el campo de batalla. "No puede ser en vano". El disparo a secas. El reloj en contra. Las lágrimas en los ojos. La nave de extracción surcando el cielo. Los cuerpos de mis compañeros en ese maldito planeta abandonado y olvidado por Dios. Pero ellos... nunca lo serán. Y en su memoria, seguiremos luchando.
No dejaremos de pelear hasta que el último de los terminídos y autómatas, sea extinguido. Se lo debemos. No puede ser en vano. Cada incursión que hagamos. Es por los caídos en batalla. Por ello, siempre volveremos. Porque nosotros, los que sobrevivimos, tenemos un deber a cumplir: enseñar a los reclutas que vengan detrás, todo lo que sabemos. Guiarlos en la batalla. Como lo hicieron por nosotros. Juntos. Hasta el final. Como hermanos. Porque es lo que ahora somos. Hermanos de sangre en el campo de batalla.
"Los que luchamos en Malevelon Creek
No salimos nunca de ahí."
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