¿Sabías que la canción 'El muelle de San Blas' está basada en la historia real de Rebeca Méndez Jiménez, una mujer de 63 años que desde 1971 esperaba en el puerto el regreso de un joven que salió al mar y jamás regresó?
Según la hija de Rebeca, la historia de su progenitora comenzó en Guadalajara, lugar donde creció e incluso logró hacerse conocida gracias a sus dotes vocales. Pero Rebeca no habría podido disfrutar de su fama, debido a que la vida derribó sus sueños con crueldad.
“Durante el comienzo de su carrera quedó embarazada de mí y no la dejaron casarse con mi padre. La violencia con la que la alejaron de ese hombre fue desesperante. Incluso, para protegerlo, la familia de él lo envío al extranjero. Ella se quería casar y la primera vez que ella se vistió de novia, le costó el manicomio”
Pero un golpe de suerte (o de naturaleza), salvó a Rebeca de las paredes del psiquiátrico. Un seísmo magnitud 8.1 golpeó México y ella logró huir de su cárcel.
"Tras el temblor, mi mamá escapó del manicomio y comenzó a deambular por las calles buscándonos", afirmó Blanca, en relación a cómo Rebeca llegó a habituar el muelle de San Blas. "La gente estaba intrigada por saber quién era esa mujer que no paraba de fumar. Comenzaron a llamarla 'la chica de humo' y no sólo por el cigarrillo, sino porque era como si se 'esfumara' del lugar".
De esa manera, Rebeca siguió frecuentando el muelle, viviendo de la venta muñecas de tela. Allí, de acuerdo con el mito, habría conocido (sólo de vista) a Fher Olvera, el vocalista de Maná y éste habría decidido inmortalizar el cuento más desolador que le contaran jamás.
De acuerdo con los medios locales, Rebeca sí llegó a conocer la canción y se emocionaba cuando la escuchaba. De acuerdo con su relato, su madre no esperaba exactamente a un marinero que la había dejado desolada. Esperaba a alguien, cuyo nombre nunca se atrevió a revelar. Al preguntarle quién era el amor que esperaba respondió: “Es un misterio que me llevaré a la tumba”.
Hoy, en pleno San Blas, una escultura rememora el encuentro. Una especie de homenaje a Méndez, quien murió a los 63 años, en 2012, y en los brazos de su primogénita, a quien siempre había buscado.
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