Por Sara Jiménez | redacción@revistalevelup.com
Hace tan solo una semana llegaba a nosotros la agradable
noticia: Netlix, el servicio de streaming más popular del momento, finalmente incorpora en su arsenal las famosas películas de animación japonesa de Studio Ghibli,
dirigidas, en su mayoría, por el genio Hayao Miyazaki. Y como invitación para ver estas películas les traemos
una serie de reviews, distribuidos de la misma forma en que Netflix decidió
sacarlos al aire. En esta oportunidad hablaremos de una de las grandes
favoritas: Mi Vecino Totoro (Tonari no Totoro por su nombre en japonés).
Mi vecino Totoro es una
película diseñada para atraer al público infantil, pero que fácilmente atrapa
al niño interior que llevamos dentro. Ambientada en el japón de la década de los 60’s, la película nos ubica
en un contexto rural, muy apartado del vanguardismo que se nos viene a la mente
cuando pensamos en la nación nipona; y pese a que nos narra la historia de dos
niñas pequeñas, este filme no escapa de contarnos acerca de la enfermedad y la
vulnerabilidad humana sin perder la ternura y la inocencia de la niñez;
características que se ven reflejadas hasta en la calidad de la animación gráfica
de 1998, año en el que fue estrenada.
Una de las peculiaridades
más importantes de esta película es que envuelve al espectador en la cultura de
la época con muchísima facilidad, desde el desarrollo de las labores del hogar,
la alimentación y el estilo de vida, hasta la creencia en fantasmas y espíritus
guardianes del bosque (que es la esencia de la especie de la que proviene
Totoro, el espíritu conejo que protege el bosque que crece en la cercanía de la
casa de las protagonistas), características etéreas que la cultura occidental
nos ha enseñado a temer, mientras que en este filme se abordan con curiosidad y
naturalidad, justo como las vería un niño. A lo largo de la película somos
introducidos a conocer personajes maravillosos: duendes del polvo que odian la
limpieza, gatos con cuerpo de autobús y conejos de todos los tamaños que
transportan semillas para la siembra. Todos estos personajes convergen
maravillosamente en un filme que es un regalo para el espectador: no solamente
por su historia, si no por la calidad de su pintura y su mágica banda sonora.
Y por supuesto, muy al
estilo Ghibli, la película no termina sin darnos un mensaje muy apegado a la
realidad y que no pasa de moda. Ni siquiera el niño más puro o más tierno se
escapa de tener tribulaciones, y Mi vecino Totoro nos muestra como la familia,
sea como sea que esté compuesta, es el medio para mantener la esperanza en
momentos difíciles y la ayuda fraterna en medio de las contraversiones del día
a día.
En resumen, Mi vecino Totoro
es una película excelente para ver en familia, disfrutar con los más pequeños o,
¿por qué no? Permitirnos a nosotros mismos agasajar a nuestro niño interno con
una película que promete mover la inocencia que queda dentro del corazón.
Sara Jiménez Molina
Editora de la Revista Level Up
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